

“En el taller del pintor, a orillas del Putumayo, solamente se encontró este pequeño cuadro, tirado entre hojas de palma carbonizadas, en el fondo de un foso cónico de paredes de barro rojo derrumbadas” (L. Bolaño).
Más tarde, en la sede del LDAV, alguien recordó que, en el Libro Rojo de Floyte Cáceres, se hablaba de una gran choza erigida en un claro de la selva. En el interior de la choza, “en medio del piso de tierra pisada, había un ancho agujero de poca profundidad. ‘Parte de lo que buscan’, dijo No-v, ‘está enterrado aquí, a cientos de metros de profundidad. Lo demás crece en nuestra huerta y se procesa en el laboratorio’” (Cáceres, p. 308). Más adelante, Floyte dice que “la gran choza de cortezas y barro marcaba el punto de partida, el ritual de la excavación” (Ibid.) que más adelante Kassandra Azul -mi madre- realizara tras haber escuchado el poema Hace años sospeché un Nous…, escrito por No-v como antesala a las dichas excavaciones[1].
Por lo tanto, es posible especular que “el pintor” formó parte de las brigadas de recolección de ADN lingüístico primordial realizadas en el Putumayo o que, por lo menos, fue testigo de ellas.
[1] El poema de No-v fue hallado por el artista Mario Opazo y Lautaro Bolaño -dos de los miembros más antiguos del LDAV- durante una de sus expediciones a la selva en busca del Observador de Hormigas: https://meopazoc.wordpress.com/2012/12/24/2009_un-sitio-en-la-tierra/