Fragmento con fotografía
Del diario
Hallado entre las ruinas del teatro.

https://meopazoc.wordpress.com/

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Llegaba la noche cuando exhausto, en medio de la llanura salada donde algunas aves de angustiada belleza -primas lejanas de aquellos seres mitad carne mitad piedra- se deslizaban, vio que algo chisporroteaba. Se acercó despacio. Solo se escuchaba el áspero roce de sus tesoros, atados a su mochila como un manto de novia, en el suelo de sal y arena.
Poco a poco el chisporroteo se transformó en espejeo de último sol, desplazamiento de plata sobre carbones lisos. Al principio creyó ver la figura del segundo dios, del proclamado único por consejeros imperiales, ya pasado por las espadas representativas, dado a la elipse. Pero aquellas extremidades carbonizadas se le desvelaron ya no hueso, veta de reliquias sagradas, sino erección de cuarzos de aquel planeta donde la junta de sílex y piel de foca dieron a luz la poética de sus tesoros.
Se inclinó al reconocerla, no conscientemente sino por impulsos de sangre vuelta al cauce, agujas suprarrenales… Comprendió que solo era eso, impresión ante lo olvidado, vuelta al primer rayo cósmico, combustión de átomos.