Búsqueda de ADN lingüístico al rededor de la leyenda del baluarte de Santa Catalina
(Transcripción de registro de audio realizado por No-V, en Tierra del Fuego).
«El esqueleto de un enrome mamífero marino dio las pautas para el croquis o dibujo de madera que rítmicamente se desplegó en una playa de Babilonia. El hombre esbozó la estructura de un barco al través y a lo largo de una quilla tallada en un tronco flexible. El naufragio hizo del barco bolas de agua y techumbre a orillas del mar. La playa vio la ruina elevarse y sembrar las puntas de los mástiles en la arena.
Un esqueleto de barco invertido se hizo techumbre, sombra de náufrago antiguo, de ése que moró bajo el cielo estable y fijo con estupor de fuerino.
Fabricó otro barco y lo llenó con hombres de esa orilla; atravesó el mar. Vio que el hombre era bueno, se lo apropió, lo esclavizó y construyó con esa cadena de manos una fortaleza, y otra y otra más. La arquitectura se hizo de piedra volcánica, coralina y sangre de toro con cal. Se desarrollaban como pupos dantescos las fauces de Cartagena de Indias, la adornaron cañones, torres de vigilancia, túneles, casamatas, aljibes, baterías, puentes y polvorines. También nació el palenque.
La libertad vio su lugar sin playa, una bahía seca se pobló de embarcaciones invertidas: el bohío, techumbre de paja rubia, herencia africana, empalizada a cuatro aguas, rapto de España, piso de tablas indias elevadas sobre las serpientes».
Leyenda sobre los fundadores de Nueva Ciudad de Santa Catalina
(Investigación y adaptación textual, Lucrecia Daphne Ruhz, fundadora del LDAV)
Siglos más tarde, vinieron a sembrarse palos de mango y palmas de corozo en la tierra de sangre. Ojos, gargantas, vientres y huesos levaron la fruta, hicieron arboledas en torno a los caseríos. Tierra adentro no había noticia de naves quemadas, de sitios corzos o espadachinas balconeras. La historia patria era un aire de fuelles náufragos y arrieros desblasonados junto a los techos de paja rubia. Con los mástiles enrevesados se hicieron las patas de los taburetes y el maderamen del techo. Algo del mar canario, algo del habla untuosa de los arcabuceros quedó en los aires, agitados por sones de congos y paleros que sabían del vientre de la ballena, de su esqueleto curado con brea y grilletes. En la tarde llegó la hueste microfutbolera, tos de acetona y malta, haciendo bodegón de frutas para la sangría, parcelando corozales, taburetes, fuelles y guacharacas.
Los que se salvaron fueron a dar a la Heroica, tomando la ruta hacia el mar, el mismo camino de polvo y piedras que Amalia y su madre tomaron para volársele a las gubernamentales de 2011. Algunos que entraron a las orillas ya estaban podridos, y fueron llevados por las escobas y el agua hasta las cloacas. Otros terminaron en los hoteles conmemorativos, galardonados por la Corralito Co., para ser diluidos, procesados y revendidos como papel por kilos en la reimpresión de noticias. Los más se juntaron en el cerro de la Popa, curados y protegidos del hampa local por fantasmas y endriagos.
Poco a poco echaron raíces en la tierra infértil, muerta de sol y sal, y dieron a luz monstruosidades sordomudas que en todo caso desarrollaron nuevos sentidos, maneras de descolocar la mente para salvarla del torcido cuerpo. Y de andar los planos astrales se hallaron de pronto en los cibernáuticos, acaso porque la mente sin cárcel se vierte en los intersticios, en los tomacorrientes y flujos de información hasta encontrar carne silícea, nanobot biótico o simple software hackeado.
Por supuesto, se despidieron de sus antiguos y bajaron La Popa en cuerpo y alma. La señal los guiaba hacia las murallas, exactamente hacia el baluarte de Santa Catalina. Cuando estuvieron allí, la señal fue remplazada por un arrullo, una especie de canto invertido, suma de llantos cetáceos y graznidos que se deshilaban hasta perderse en el susurro de las olas. Descendieron por los túneles de piedra. Al principio anhelaban hallar una meta, pero las proliferantes bifurcaciones del laberinto y la canción invertida les hicieron abandonar cualquier pretensión. El goce era estar allí, errando en las entrañas salitrosas. De pronto la vieron, sobre el agua quieta, luciendo el emblema de aquel canto invertido.



