l.d.a.v.

HIpertélica, descarada, corroncha si se quiere, antiprocuradora, volví al XK-Uno (el bar, el de los cocteles rosa y verde aguacate) para hacerme de arena; gránulos sintéticos y orgánicos, suma errónea de perendengues de oro y electroplata; mis dos serpientes de jade, la del ombligo más, asumieron contornos escalerados, triangulaciones tan contiguas y ultraproxémicas que ofenderían al cortesano más alto. Me miraron feo, gallinazo en traje de luces, en medio del rigor seudo/hípster a la vergonzante criolla. Me metí en las copas, lamí con rímel de plasma los cunchos, enchumbé con bad english/spanish los pergaminos bien tejidos de la poética de turno: se le engarrotaban el índice y el anular tratando de no perder la ceniza del puro “castrense”, el hilo del humo. Asumí los lances plateados del pez elíptico en la barra, guindados computador y GoPro, haciendo cortocircuito. Me lastimé el brazo derecho, la cadera. Quemaduras en zonas de silicona. El monstruo que resultó no fue aplaudido, fusión al rojo/plata de cables y consolas, pero ahora junto retazos de carbón y vidrio sobre la cama del hospital.